miércoles, 3 de noviembre de 2010

Despedidas


Qué duras, qué difíciles son las despedidas.
Crueles, dolorosas, llenas de dudas y promesas, así son las despedidas.
Cuánto vale el último instante, un minuto más, alejarse y devolverse por el último beso, el último abrazo y unas palabras llenas de valor.
Qué fuertes son las despedidas, que son capaces de resumir en un gesto o una palabra toda la experiencia vivida, todo el cariño guardado que sale a flor de piel en el último momento.
Implacables son las despedidas, cuando ya no hay nada más que hacer, cuándo ya no hay tiempo para más.
Qué desoladoras son las despedidas, cuando una mano en alto se aleja y al doblar por la esquina queda la sensación de que ya no habrá otra vez.
Cuando el calor del abrazo desvanece, el sabor del beso se congela y la mano con los dedos extendidos trata de batir el aire como diciendo adiós y no al mismo tiempo, sabemos que la despedida es cierta.
Qué difíciles son las despedidas, tanto que hay quienes no se despiden nunca y se ocultan bajo una frase común o el silencio, esas son las despedidas sin sabor.
Tan duras, tan crueles, implacables, dolorosas, fuertes y difíciles, así son las despedidas.
Tanto sufre quien se va como quien le espera, pero el que sufre más es quien ve partir porque sabe que tarde o temprano también tendrá su despedida.